La irrupción súbita del COVID-19 ha tomado por sorpresa a la mayoría de los gobiernos del mundo, que se han visto sobrepasados ante la agresividad del virus, su actuar impredecible y la celeridad de contagio entre los seres humanos. En mayor o menor grado, todos hemos sido afectados por las consecuencias derivadas de la propagación de la pandemia, en la que hemos aprendido, de manera obligada, un sinfín de términos que antes suponíamos reservados para películas de ciencia ficción, de la mano de medidas de salud e higiene personal que nunca imaginamos llegarían a tal extremo. En este sentido, hemos atravesado cuarentenas, forzosas o sugeridas; y al mismo tiempo, y en la mayoría de los casos, situaciones de distanciamiento social sin precedentes.

Todas estas experiencias han sido catalogadas como “la nueva normalidad”, que no es más que una realidad a la que debemos adaptarnos por medio de cambios drásticos en todos los aspectos de nuestras vidas cotidianas, por lo menos hasta el momento en que la ciencia nos provea una solución sencilla a través de terapias efectivas que limiten la transmisión del virus; o bien, logremos una inmunidad natural que nos permita combatir los efectos más dañinos de la enfermedad.

Sin embargo, aún hay muchas preguntas abiertas. Por ello, el conocimiento acerca del COVID-19 se ha vuelto un proceso de aprendizaje continuo, que obliga a que las medidas de prevención se modifiquen de manera constante. Ante la celeridad de los avances, esta guía se deberá revisar de manera periódica, actualizando los lineamientos para asegurar su vigencia, basados en la evolución de los tratamientos, terapias, y descubrimientos; así como en las indicaciones médicas a seguir, divulgadas por las instancias de salud pública competentes, tanto de Gobierno como internacionales.